Cuerpos de verano, mentes de invierno

Tomando una cañita con unas amigas salió el tema de los cuerpos de verano, de las dietas del boca a boca, de los bronceados intensivos, del demoledor “no lo hago para nadie, sino para gustarme a mí”, brillante consigna que nos endilgó el capitalismo patriarcal para que nos tuviéramos por libres de elegirnos esclavas, esclavas de nuestra mirada, que no es la nuestra sino la suya y hacernos dueñas del espejo trucado, que como el de las ferias, siempre nos devolverá una imagen insatisfactoria de nuestros cuerpos.

Durante años fui asidua a un gimnasio donde vi dos tipos de perfiles, el de gente disfrutando de/con su cuerpo y el de gente agrediendo a su cuerpo. Generalizando un poco diría que en el primero buscaban bienestar y en el segundo modelarse siguiendo los parámetros de la estética patriarcal.

Este último grupo solía acudir masivamente en dos momentos: pasadas las navidades y antes del verano. En enero con el ritual flagelatorio pareciera que quisieran expiar la culpa de no haber tenido arrestos de decirle no a cuatro mazapanes. En mayo se venía con el chip de tener los suficientes arrestos para lograr “remoler” del cuerpo lo que fuera necesario con tal de enfundarse cualquier cosa que aproximara a la icono de turno.

Aparte de ese frenesí corporal en forma de ejercicio, está el recurrente tema de las dietas, casi siempre autodietas. Que si la de la alcachofa, que si la del agua, que si la de no mezclar alimentos, que si la Dukan… que si, que si… lo mejor es comer de todo, dieta vegetariana, sin atiborrarse de nada, hacer algún ejercicio físico, dormir bien y sobretodo, quererse, quererse mucho y tener claro que la belleza bien entendida empieza en el cerebro y es ese músculo el que realmente debemos trabajar para no someternos a dictados de mercados a los que no importamos como personas sino como eternas insatisfechas, lo que se traduce en permanentes consumidoras, en beneficios monetarios para de los bolsillos de quienes apuestan por vivir de nuestro malestar. Nuestro malestar es su bienestar contante y sonante.

No podría definir la belleza porque me parece un concepto subjetivo pero sí que podría decir que la belleza no debe encontrarse en el autocastigo donde el valor que está en juego es el de conseguir ser una persona aceptada por someterse a un canon.

Si no lo consigues, no obtienes comprensión, te etiquetan de fracasada porque te ofrecieron todo un abanico de productos o técnicas para que lo lograras pero aún les “sirves”… no consumirás esos productos o técnicas porque te has dado por vencida de que su cuerpo no será tu cuerpo pero consumirás otros productos para soportar la insoportable levedad de tu fuerza de voluntad y el insoportable peso de la voluntad ajena por alcanzarlo.

Así que yo me quedaría en lugar de con un cuerpo de verano, con una mente de invierno. ¿Mente de invierno? Sí, la cabeza bien fría y puertas y ventanas bien cerradas a “corrientes”. Son nocivas.

maría josé

Albacete, 11 de julio de 2012

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Tomando una cañita con unas amigas salió el tema de los cuerpos de verano, de las dietas del boca a boca, de los bronceados intensivos, del demoledor “no lo hago para nadie, sino para gustarme a mí”, brillante consigna que nos endilgó el capitalismo patriarcal para que nos tuviéramos por libres de elegirnos esclavas, esclavas de nuestra mirada, que no es la nuestra sino la suya y hacernos dueñas del espejo trucado, que como el de las ferias, siempre nos devolverá una imagen insatisfactoria de nuestros cuerpos. Durante años fui asidua a un gimnasio donde vi dos tipos de perfiles, el de gente disfrutando de/con su cuerpo y el de gente agrediendo a su cuerpo. Generalizando un poco diría que en el primero buscaban bienestar y en el segundo modelarse siguiendo los parámetros de la estética patriarcal. Este último grupo solía acudir masivamente en dos momentos: pasadas las navidades y antes del verano. En enero con el ritual flagelatorio pareciera que quisieran expiar la culpa de no haber tenido arrestos de decirle no a cuatro mazapanes. En mayo se venía con el chip de tener los suficientes arrestos para lograr “remoler” del cuerpo lo que fuera necesario con tal de enfundarse cualquier cosa que aproximara a la icono de turno. Aparte de ese frenesí corporal en forma de ejercicio, está el recurrente tema de las dietas, casi siempre autodietas. Que si la de la alcachofa, que si la del agua, que si la de no mezclar alimentos, que si la Dukan… que si, que si… lo mejor es comer de todo, dieta vegetariana, sin atiborrarse de nada, hacer algún ejercicio físico, dormir bien y sobretodo, quererse, quererse mucho y tener claro que la belleza bien entendida empieza en el cerebro y es ese músculo el que realmente debemos trabajar para no someternos a dictados de mercados a los que no importamos como personas sino como eternas insatisfechas, lo que se traduce en permanentes consumidoras, en beneficios monetarios para de los bolsillos de quienes apuestan por vivir de nuestro malestar. Nuestro malestar es su bienestar contante y sonante… (prosigue en el blog del mismo nombre https://animalesenmividanoenmiplato.es/cuerpos-de-verano-mentes-de-invierno/ ) #feminismo #vegetariano

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