Dispongo de 53 minutos

Reconozco que durante años acabé sucumbiendo a lo de “mi tiempo también vale”, y ya que por aquí ando cacharreando, pongamos en ese contexto como ejemplo, el ir a comprar a un súper donde encontraba todo lo que llevaba anotado en mi lista y donde podía cogerlo sin tener que “entretenerme” en nada ni en nadie porque, ya sabéis, mi tiempo “valía”.
No voy a desdecirme de eso totalmente porque como muchas mujeres, cuando tienes empleo y trabajo, es decir cuando trabajas fuera y dentro de casa y encima tienes actividades de esas que que tu eliges pero que tienes que encontrarles hueco, pues es cierto que has de dosificar y priorizar tu tiempo pero creo también, que nos dejamos arrastrar por una dinámica en la que ya no importa tanto lo que hacemos, lo que debemos hacer, lo que nos queda por hacer, lo que no podremos hacer. Sólo importa la palabra, tiempo, a secas, esa palabra que se enseñorea y se convierte en algo que rige nuestras vidas aunque sea para angustiarnos de que no tenemos el suficiente.

Ni voy a desdecirme ni voy a decir nada en contra porque, bastante a mi pesar, mi reino es la falta de tiempo y estoy segura de que eso me quita tiempo de vida… una y sus laberintos mentales.
Todo este proceso en de/construcción de apuesta por una vida sostenible, empezando por la mía propia, me está, al menos racionalmente, derivando hacia a un punto de desaceleración. Estoy encontrando gusto por ralentizar/me y perder/ganar el tiempo, en actos gratuitos, en naderías, en pequeñas “pérdidas” de tiempo como ir a la compra a pequeños comercios y charlar relajadamente con la persona que me atiende cuando puede hacerlo y cuando si está muy ocupada, al menos, al verme entrar, me nombre, que cada vez somos más nicks y avatares y menos nombre, voces y rostros.
Y en este proceso cada día me viene con más frecuencia a la mente el encuentro del Principito con el vendedor de píldoras contra la sed. Y no es que haya conseguido deshacerme de las inercias interiorizadas pero, por diosa, que las voy alternando con sus contrarias.

Tomaos unos segundos de vuestro tiempo para compartir las palabras del principito.

  • Buenos días! -dijo el principito.
  • -¡Buenos días! -respondió el comerciante.
  • Era un comerciante de píldoras perfeccionadas que quitan la sed. Se toma una por semana y ya no se sienten ganas de beber.
  • -¿Por qué vendes eso? -preguntó el principito.
  • -Porque con esto se economiza mucho tiempo. Según el cálculo hecho por los expertos, se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
  • -¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?
  • -Lo que cada uno quiere…
  • “Si yo dispusiera de cincuenta y tres minutos -pensó el principito- caminaría suavemente hacia una fuente…”

(30 de julio de 2012)

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